lunes, 29 de junio de 2015

Certezas

No es cuestión de edad la conciencia que de uno mismo tenemos. Ese paso sin retorno hacia la consistencia que el propio conocimiento aporta. El que eleve centímetros añadiendo perspectiva, al tiempo que lanza sobre tus hombros presiones de milibares. No es cuestión de edad, ni de azar. Es sólo lo que llamamos vida: circunstancias genuinas e intransferibles, que van dejando, como un reguero, ingenuos que intentaron compartirlas. Que van dejando, como un reguero, poetas que trataron de narrarlas.
Y en ese punto dicotómico de levitación aplastante las raíces ganan importancia.

Imagino ahora un mundo enraizado. Millones de raíces bajo tierra, ajenas a las plantas que sustentan, conocedoras con cada pelo radicular, de  su  existencia, pero despreocupadas. 
Otro mundo.

Y es allí donde yo, planta intuida, soy raíces que me atan y sustentan. Y entre ellas, en ese manglar de secano, castellano como yo, una raíz ajena que me nutre y mantiene viva. 
Ajena, otra, atractiva.
Despertando mi curiosidad. Provocando que me elongue hasta la aponeurosis para enmarañarme con ella. Desplazando mi posición. Abandonando raíces estacionarias que no permiten el cambio que mi savia, ya mestiza, necesita.

sábado, 27 de junio de 2015

Granadas eternas

Hubo un tiempo en que los rojos frutos del otoño tenían la cualidad secreta de clave, de contraseña de complicidades. Llenaron las fuentes de la que comimos ávidos y se convirtieron en un emblema que nos acompañará por siempre. Soy incapaz de ver un granado y no recordar a aquellos tres pequeños que crecieron juntos en aquella ánfora viajera; sobre ellos construimos un tiempo de conversaciones lejanas.
Luego hablamos en susurros, y estábamos tan cerca, que podía compartir tu respiración, y confundir tus latidos con los míos; tantearte las entrañas, buscando la música de tus gemidos y aquel brillo de tus ojos nuevos en las sombras.
No, no es casual que las granadas sean para mí, las manzanas del Edén.